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El hombre sintió que la hora final se acercaba. Se levanto para tomar una taza de café, tres de azúcar, un par de galletas. De pronto la mesa en la que estaba su escrito se ilumino, el conejo aparecía por el espejo que estaba en la pared de enfrente. - Es usted Dios, creo que me vestí apropiadamente. - El hombre en un intento de soportar el infarto, se aferro del pecho firmemente. Despertó nueve horas después, con un café sin beber y unas galletas rancias sobre la mesa.
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